martes, 31 de marzo de 2009

La cara social del dinero

En vista de mi evidente bloqueo creativo, me veo obligado a publicar trabajos de la U, en esta ocasión un ensayo para Periodismo II Económico. Esto no es secundario, pero no es la razón principal para que exista AMALGAMA. Ahí les queda.

Más allá de las definiciones económicas del dinero, de saber que es una convención de valor, el dinero es una herramienta, algo casi como un trámite. Solamente el ser humano puede saber cómo y para qué utilizarlo. El dinero se encuentra inevitablemente en las prácticas cotidianas de todas las personas, incluso de aquellas que no lo tienen. La relación de los mendigos con el dinero es precisamente la ausencia de éste que es la que determina que la sociedad los entienda como tales. La única manera posible para que una persona no se vea involucrada con intercambios monetarios es que viva del pan coger.

Históricamente el dinero ha servido como dinamizador de la actividad económica de las sociedades, acompañado por supuesto necesariamente de las actividades y necesidades humanas. Decir esto es casi redundar, pero las transformaciones del dinero como convención, del soporte físico de éste, han generado también cambios en la forma de entender la economía de una época y sociedad a otras. Es apenas comprensible entonces que hoy resulte difícil entender cómo se realizaban en algún tiempo trueques de manera equilibrada, es decir, como determinaban que el valor de un bien fuera igual al de otro, suponiendo que lo hicieran de esa manera; así mismo resulta difícil entender como posibilidad la desaparición del papel moneda y la proliferación del dinero plástico o del dinero digital en un futuro no muy lejano.

Es difícil saber si dos manzanas equivalen a una bebida gaseosa, o una manzana a media bebida ¿Qué dicta que sea así? Con el dinero es mucho más fácil saber que la curva de indiferencia de un billete de mil pesos colombianos puede acercarse tanto a las dos manzanas como a la gaseosa. El dinero por si solo no existe, existe en tanto es útil para el hombre y por ende para la sociedad.

Esa economía que se ha dinamizado, ha visto la necesidad, descargada en las personas por supuesto, de ordenar y estandarizar. El intercambio entre culturas lo hizo necesario, y si bien los países aún hoy manejan monedas distintas, también hay equivalencias entre estas monedas, incluso existen grandes referentes internacionales: el Dólar y el Euro. Estas son relaciones que muestran la importancia de la comunicación entre economías locales, estrictamente la comunicación, ya que referirse a economías abiertas o cerradas es una discusión distinta en la cuál no me pienso meter por ahora.


Los seres humanos, sobre todo aquellos que tienen incidencia directa sobre las dinámicas económicas, es decir, ministros de hacienda, presidentes, banqueros, etc.-esto sin desconocer el papel que todos los ciudadanos jugamos en la economía- son los únicos que pueden decidir que hacer con el dinero. Sonando incluso a frase de cajón, el dinero por sí solo no es malo ni bueno, esto depende exclusivamente de cómo sea utilizado por el hombre. Sin embargo, la brecha social existente, los millones de personas en situación de pobreza y los otros millones en situación de indigencia alrededor del globo, las deficientes circunstancias en derechos fundamentales en una gran cantidad de países; todos estos factores muestran como la lucha por el dinero ha sido un factor negativo para el desarrollo de la sociedad.

El dinero es un factor que inevitablemente se debe estudiar desde el punto de vista humano. Éste no crece en los árboles, no evoluciona de organismos unicelulares ni aparece por generación espontánea. Es creado y desarrollado por y para el hombre, casi de la misma manera que la economía misma. Existen necesidades y existen ciertos bienes limitados para ayudar a satisfacer estas necesidades por lo menos parcialmente. La administración de estos bienes es de incumbencia directa de la economía, así también surge la necesidad de viabilizar el intercambio comercial. El dinero es la respuesta más efectiva a esa necesidad. Como papel no tiene gran valor, sin embargo lo que esta respaldándolo si tiene valor. Entonces, si hay mucho dinero en pocas manos, y muchas necesidades en el estómago y las vísceras de la mayoría, quiere decir que los bienes que están respaldando el dinero, los que realmente valen, no están cumpliendo esa función de saciar necesidades. Unos pocos se quedan con la mayoría de los bienes. Existe un problema de distribución del dinero.

Pensar en que el dinero sea para todos, pensar incluso en una sociedad anárquica que no necesite de dinero para intercambiar bienes, es decir, donde todos los bienes estén a disposición de todos resulta muy difícil, por lo menos a corto y mediano plazo. Pero si es posible pensar en que el dinero, esa convención de valor fría y valga decirlo, insignificante, pueda llegar a cumplir, de manos de las personas, funciones distintas a la satisfacción de deseos superficiales, como suele asociársele.

El dinero representa poder, es una relación proporcional de manera directa. De la misma manera, y siguiendo con esa proporcionalidad, representa prestigio. Se entra incluso en un círculo vicioso en el cuál el dinero acrecienta los otros dos factores, y a mayor presencia de éstos el dinero aumenta, algo en dirección a la consigna popular de que “la plata persigue a la plata”. No es descabellado entonces pensar en equilibrios en la distribución del dinero en la sociedad, no de igualdad porque esta es difícil de determinar ¿acaso todos necesitamos y queremos lo mismo? No obstante este equilibrio económico tiene que ser casi una consecuencia de equilibrio de poderes y de desaparición del prestigio como es entendido en la sociedad occidental sobre todo.

Hablar de la cara social del dinero, que en ningún caso es la de George Washington ni la de Jorge Isaacs, es hablar de las necesidades de una sociedad, de volver un elemento inerte que paradigmáticamente ha sido asociado con las causas de la desigualdad y la desprotección social en el mundo, una herramienta de solución para estos mismos karmas. La tarea recae en los seres humanos.

domingo, 1 de marzo de 2009

Miradas: Retrato de sábado en la noche

El día ha muerto, y aún la noche más viva de la semana tiene su carga de muerte encima. El mundo podría desaparecer en la noche, al fin y al cabo nadie lo usa. Pocos necesitamos a esa hora de un pequeño puente de madera, y nadie necesita de una estación de gasolina, en caso de necesitarla mala suerte, no hay quien atienda. las luces se encuentran perdidas y no puedo evitar imaginarme las estaciones que muestran en las películas norteamericanas, siempre en medio de la nada, siempre misteriosas y conocedoras de las leyendas de la región.


Este puente es afortunado, es el único sobre ese sector de la quebrada que sirve para lo que realmente fue hecho y aunque los que hay a menos de cien metros quebrada arriba y a menos de cien metros quebrada abajo son mucho más grandes, y sobre todo mucho más utilizados, también tienen segundas utilidades ajenas a sus funciones reales. Aquellos sirven de casas, para aquellos que no tienen y, según algunos vecinos, allí van algunos borrachines del pueblo a desfogar sus más terrenales pasiones.


Esta escena seguramente se repite muchas veces en muchos lugares y en circunstancias distintas. Una ambulancia afuera del pabellón de urgencias de cualquier centro asistencial al que pueda llegar. Alguien está sufriendo, quizás se está muriendo, o simplemente quiere no morirse. Riña callejera, apendicitis, accidente de tránsito; hay un gran abanico de opciones.




Zona de hospitalización del hospital. ¿Quién estará peor? Estar en urgencias significa un dolor grande, y más en este país en que con cada enfermedad se pone a prueba más la paciencia que los anticuerpos. Pero estar hospitalizado es sumarle al dolor de la enfermedad la zozobra de no saber que puede pasar, cuánto habrá que pagar. Además, el azul y blanco de los hospitales también enferma, tanta pulcritud junta da escozor.


Hasta los borrachos tienen derecho a dormir, incluso más que los que tenemos la desgracia de estar aún sobrios. La noche quizás fue prometedora para él, el que está detrás del kyosko acostado sobre un muro del parque principal. Como mínimo llevaba allí media hora antes de que me fuera. Está inerte, demasiado. Espero que los recuerdos en su cabeza -si los hay- sean mejores que el alcohol que en ese momento lleva en la sangre.









Biblioteca Pública Isolda Echavarria. En este momento está vacía, afortunadamente en el día y entre semana se mantiene menos vacía. La bibliografía no es precisamente la más amplia, seguramente se encuentran más información y más joyas en los computadores que hay adentro. Pobre edificio, con su apariencia de iglesia, tan blanco, tan grande. Tiene más gente adentro cuando viene Andrés Felipe Arias o personajes de ese talante, motivo para estar completamente deprimido.








En el día es morada de niños de guardería y montones de adolescentes colegiales. Este parque tiene una magia especial, un no se que. Es agradable de día y es agradable de noche. El árbol que florece sólo una vez al año de manera hermosa pintándolo de amarillo, el templo más antiguo del municipio que se levanta históricamente, las casas al rededor de estilo colonial que contrastan con las edificaciones modernas. Y la gente, desde los grupos de amigos que derrochan de cigarrillo y licor en todas sus formas hasta las parejas de novios que llegan en búsqueda de la intimidad que seguramente encontrarán.


Casi con apariencia de pesebre decembrino, todo lo pomposo se encuentra al rededor, pero en el centro esta el detalle más importante. El imponente templo parroquial sirve de marco a la una de las pequeñas y cotidianas muestras de la miseria humana, no porque esa persona sea la misera, la miseria y la degradación radican en el contraste; a esa hora muchos pasamos por el parque sólo para ver gente, calmar caprichos, tomar algo. etc. Él está casi obligado, y la verdad la puerta de la Iglesia se ve muy cómoda.


Este edificio me ha causado mucha curiosidad en los últimos años. Es quizás uno de los más grandes del municipio, sin embargo se pasa de ignome. Con apariencia de edificación ochentera se puede ver, incluso en la noche, como le han pasado los años y los daños. No hay una sola ventana que esté completamente buena, además el blanco ya no es blanco. La preconcepción que tengo de éste es de un edificio habitacional, diría que una pensión. Al pasar por allí solo por una ventana sale luz, juntos con las notas de uno de los pocos vallenatos agradables que existen, lastimosamente el nombre no lo sé.


Aquí los niños ya no juegan, y no porque ya casi de la una de la madrugada, no porque esté oscuro, sencillamente porque aquí los niños ya no juegan, no con sol ni sin él. No me había detenido a pensar en la profunda crisis existencial por la que estaría pasando yo de ser este parque, afortunadamente no lo soy. Los parques para niños pequeños ahora son usados por niños grandes, en juegos distintos, o sencillamente no son usados. A los niños de ahora, a muchos de ellos, no les gustan los juegos con los que mi generación creció.