jueves, 24 de mayo de 2012

Fragmentos sueltos

Ideas sin desenlace, historias sin final con todos los finales posibles, pensamientos que surgen en un bus o en medio de una clase. Lo fragmentario también tiene lugar.


Voces mudas de una angustia latente, que palpita y palpita, corazón delator de más preguntas que respuestas. Angustia de una duda que no revela, que no ilumina, que permanece copiosa sin otra opción que aprender a vivir con ella, sacudiéndola a veces, poniéndole flores de vez en nunca.

***

Me gusta el color del extremo del cigarrillo al fumar. En el momento preciso en que aspiro el humo toma un color rojizo, magma cotidiano, y entonces, me doy cuenta de que en medio de tanto gris, incluida la ceniza del mismo cigarrillo, es lo más cercano y parecido que tengo a un atardecer en llamas.

***

No hablaré de nadie. No contaré la historia de nadie. No escribiré sobre las venturas y desventuras, amores, desamores y tragedias de ningún héroe, ni público ni privado. Hoy he decidido hablar de mí. Soy el narrador. Me conoces, y bastante bien que lo haces. Me recuerdas más fácilmente que al personaje de ese libro que leíste en sexto grado, a ese que pintaba cuadros. Sé que me recuerdas más que a la dulce niña que pintaron las páginas de tu infancia. Sé que me recuerdas, y de paso te importo, mucho más de lo que puedes recordar a todas las marionetas humanas que has leído, que te has inventado y reinventado, que les has puesto cara. Después de todo, en medio de tanta mentira el único que siempre ha sido real he sido yo.

***

Me gustan los reflejos. Me gustan mucho los reflejos. Me puedo quedar ratos largos contemplando la imagen que se reproduce en un vidrio, en un espejo, en un charco. Puedo estar viendo lo que me interesa, y al mismo tiempo estar mirando hacia otro lugar. Estoy evadiendo mi responsabilidad de haber mirado, haciéndome el indiferente. Eso a veces puede resultar muy útil. Por eso me gustan los reflejos.

***

He vivido atrapado entre el impulso de la escritura, y el deseo de la lectura. También, entre la pretensión de la escritura, y la pretensión de la lectura. Entre la ilusión de la escritura, y el tedio de la lectura. 

***

Juzgarnos sería fácil. Solo necesitaríamos una cosa: vivir la vida del otro, vivir la vida por el otro. Y entonces, si fuéramos capaces de tal proeza, de tamaña entrega, ya no sería necesario hacerlo, ya no seríamos capaces de juzgarnos.

***

Algún día este mundo será de los desposeídos, de los bastardos, de los "ninguneados", de los anónimos innombrables, de los desarraigados... Y ahí estaré, ahí estaremos, recibiendo un mundo que no será nuestro porque no será de nadie, pero que será más nuestro que nunca. Un mundo que no será este mundo.

No hay comentarios: