martes, 28 de julio de 2009

Todo es un sueño

Que raros son los sueños, y sobre todo en mí. Que ajenos son a mis noches. Tengo el corazón aún agitado, fue una noche, o mañana quizás, algo activa para mi cabeza. Aunque –afortunadamente- no es la primera vez que sueño, hace muchos días no lo hacia, no me levantaba con la imagen fresca en mi cabeza de los personajes y las situaciones que mientras se “viven” no se alcanza a distinguir si pertenecen a la realidad o a la ficción.

Primera Parte

Lugar: Una discoteca
Tiempo: Pudo ser anoche o cualquier noche cercana.

Yo estaba con personas conocidas, unas más que otras. Quizás mi hermana, un amigo del colegio con el que aún hablo, una mujer que conocí hace algún tiempo y con la que no hablo mucho y que llamaremos Camila, y Ella. Sí, simplemente Ella.

Era una noche normal de discoteca, la gente bailaba, había luces, humo, mucha actividad. Las caras en la oscuridad no se hacen muy claras, la noche y sus efectos suelen distorsionarnos, o quizás mostrarnos como realmente somos.

“Cédula, cédula” le gritábamos a alguien pequeño que quería entrar, al tiempo que lo molestábamos y forcejeábamos con él. Creo que tan sólo era pequeño en estatura. De un momento a otro el lugar cambió un poco.

Me senté en un ancho mueble, color vinotinto y de superficie lisa. Casi al otro extremo del mueble estaba Camila, nos acercamos y empezamos a hablar. Estaba un poco sudada y cansada, quizás de bailar. El hermoso cabello liso se le pegaba a la cara por la humedad. Comenzamos a hablar, a preguntarnos que más de nuestras vidas. Me contó que estaba muy triste porque en ese momento debían estar saliendo para Perú, pero su madre había cancelado el viaje por culpa de su padre. Hablamos entonces de todo lo que se iba a perder, los contrastes entre lo colonial y lo moderno, entre lo viejo, lo ancestral y lo nuevo. Recuerdo que alguna vez me dijo que sentía gran respeto por las culturas indígenas.

Por esos giros inesperados e inexplicables que dan los sueños, ya no estaba hablando con ella de frente sino por teléfono. Me dijo que me iba a pasar a su padre para que hablara con él. Aunque no lo conozco –quizás sí en el sueño- hablamos como viejos amigos. Yo estaba tratando de calmarlo y aconsejarlo, que no valía la pena hacer de nuevo eso que hizo y por lo cuál su señora, la madre de su hija, se había enojado tanto y había cancelado el viaje que tanto habían esperado. La llamada se cayó, al parecer él la devolvió pero mi teléfono ya estaba descargado.

Un nuevo giro. Parece que uno fuera en un túnel que lo lleva y lo trae a su antojo por las circunstancias más inverosímiles posibles. Seguía siendo oscuro pero menos ruidoso, más íntimo, y no íntimo por lo romántico y “bohemio”, sencillamente íntimo por lo solitario. Allí estábamos mi ex compañero del colegio, Ella y yo.

Lamento desilusionar a la mente inquieta que cree que esta parte del sueño terminó de manera erótica. Estábamos simplemente hablando. Él le estaba pidiendo explicaciones a Ella por haberse metido con él estando conmigo. Su cara algo desesperada, casi infantil. Yo hacia lo mismo, pero no en el mismo momento. Yo le pedía otras explicaciones, solamente le preguntaba que con cuántos hombres se había metido, “había besado” en el tiempo que llevaba conmigo. Ella me respondió, creo que la respuesta fue tres, y me dijo el nombre de alguno de ellos. Yo tenía la cara tranquila, aunque por dentro no me sentía tan bien. Me imagino durmiendo y frunciendo el ceño, moviéndome con desespero entre las sábanas.

De un momento a otro…

Segunda parte

Lugar: El barrio y la cuadra dónde crecí y viví hasta el año pasado.
Tiempo: Ayer, hoy o mañana.

Aunque el lugar en dónde crecí siempre fue muy verde, muy brillante, muy abierto y espacioso, la imagen del sueño era un poco distinta. Era más oscuro, un poco lúgubre. Había como chimeneas volcánicas en el suelo que emitían humo sin cesar.

Yo estaba en un tercer piso, en la que era mi casa. Estaba junto al teléfono, al otro, el que no se descarga, esperando que me devolvieran de nuevo la llamada que se había caído, pero nunca sucedió. Habían varias personas conmigo: mi hermana, Ella, otros amigos y conocidos. Afuera de la casa el ambiente era pesado y hostil. Estábamos en medio de una batalla algo mitológica, algo legendaria si se quiere.

He visto la trilogía cinematográfica de El señor de los anillos, pero no he podido, o más bien, no he querido ver ninguna película de la saga de Piratas del Caribe. Se me mezclaron situaciones y personajes de estas dos películas. En mi antigua casa estábamos con algunos piratas, no eran amigos nuestros, eran más bien algo así como enemigos pasivos. Habían armas en el suelo, de apariencia arcaica las de fuego y de una extraña brillantez las blancas. Decidimos probar las de fuego, no queríamos que fueran a fallar al momento de necesitarlas. Algunas de las de fuego no funcionaban.

(Vacío memorístico)

Salimos corriendo de mi casa y nos refugiamos en una que encontramos abierta. La de doña Teresa, una casa que recuerdo mucho de mi infancia. Allí en la sala estaban ella y un hijo suyo sentados, como si nada estuviera ocurriendo afuera. La casa tenía una apariencia pulcra, el blanco llamaba la atención, pero no era un blanco brillante, no habíamos llegado a ningún cielo ni paraíso. Había conmigo entonces por lo menos tres personas más los habitantes de la casa: Ella, alguien más y yo. Nos escondíamos tras la pared que da al exterior, mientras tanto veíamos pasar una enorme caravana, con grandes criaturas y que parecía más un cortejo funerario. Llevaban muchas camillas enormes que tenían que cargar entre dos. En las camillas había muchas ramas secas ardiendo, el fuego se levantaba varios metros, y el humo de éste mucho más. Allí había cuerpos. Sólo recuerdo haber visto el de una mujer rubia, que iba con los ojos abiertos.

Nos estaban buscando, por eso nos escondíamos. Al parecer nadie podía quedar vivo allí. Ella salió, tenía un arma blanca de forma curva, como una luna en creciente. Empezó a reflejar la luz en su arma, como si fuera un espejo. Al parecer los estaba provocando. Estaba parada en la puerta de la casa y no atendía a nuestros llamados, le decíamos que se entrara, que no hiciera eso. De un momento a otro ya no estaba.

Recordé que el sueño era mío, entonces quien sino yo era el protagonista. Recordé que en Hollywood los protagonistas no mueren, entonces decidí salir a buscarla. Salí corriendo por la acera esquivando a todas las criatura horribles que me encontraba de espaldas. Llegué a la esquina y allí había dos personajes protectores, al parecer el protegido era yo. Entre ellos mantenían un campo en el que éramos inmunes, entonces me acerqué. A uno de ellos lo recuerdo de El señor de los anillos, el otro se identificó como Amadeus Mozart. Con afán y desespero les pregunté por Ella. Había muerto, eso me dijeron ellos. Un grito mudo salió de mí. No recuerdo si estaba llorando. Les pregunté entonces dónde estaba su cuerpo y me señalaron un lugar, en el suelo, entre el verde pasto.

Fui corriendo hacia el lugar señalado. Estaba por fuera de esa área de protección, pero extrañamente ya no había nadie por allí. Cuando me acerqué no ví nada, a nadie. En cuanto me agache algo en el suelo comenzó a resplandecer. Era una silueta algo extraña, pero el resplandor era hermoso. Mis ojos la hicieron resplandecer. Comencé a hablar con Ella, y ella me respondía siempre cantando en registros agudos. Pregunté a mis protectores si era posible sacarla de allí. Ella no estaba muerta, pero yo la quería revivir. Me dijeron que sí, que “mañana”. Que por ahora lo mejor que podía hacer era tomar la silueta y ocultarla. Eso hice, la tome, la enrolle como si fuera un papel, y metí el cilindro en un hoyo poco profundo que alguien había abierto. Le eché tierra encima, mientras pensaba en la posibilidad de olvidar el lugar en que la había enterrado.

Tenía el corazón acelerado y la respiración algo agitada. Tenía calor por la temperatura de la mañana, además la brillantez del sol que entraba por la ventana y me daba directamente en la cara me molestaba. Abrí los ojos, aún agitado y preguntándome por todo lo que había acabado de ocurrir. Me preocupé porque tenía que esperar hasta “mañana” para revivirla. Recordé con alegría que Ella esta muy bien, viviendo su vida real, normal, cotidiana. Y caí en cuenta de que todo había sido un extraño sueño.

Conforme voy escribiendo y terminando llegan a mi cabeza muchas imágenes adicionales que no soy capaz de encajar. Un edificio con forma de parqueadero, una gran fiesta con muchos papeles rojos y amarillos, marcas de cerveza, un ascensor que subía y bajaba conmigo y alguien más adentro. Las situaciones y las personas se pierden en algún lugar de mi memoria.

Los sueños son eso. Mundos mágicos que despiertos quizás no nos atrevemos a imaginar. Situaciones absurdas, pero divertidas y a veces dolorosas. Al recordar despiertos esas situaciones a veces nos sentimos aliviados de estar en esta realidad de la que a veces tanto queremos escapar. Soñar es eso, escapar de la realidad e inventarse realidades nuevas, por el simple placer de vivir cosas distintas, amores, aventuras, odios, guerras.

Hace poco tiempo –y esto no fue sueño- estaba en el Valle del Cauca, municipio de San Pedro en un concurso nacional de música inédita para bandas musicales. La obra ganadora fue una fantasía colombiana del compositor antioqueño Jhon Fredy Ramos que llevaba por nombre “Todo es un sueño” y que fué interpretada por la banda de Apia, Risaralda. Cuando el director de la banda subió a la tarima, recibió el premio lleno de una alegría y emoción evidentes y apenas comprensibles. Entonces habló de manera emotiva hacia todos los presentes. Las últimas palabras que pronunció en ese momento, en ese micrófono y quizás ante más de cinco mil personas fueron:

-Todo es un sueño, pero lo vamos a hacer realidad

sábado, 18 de julio de 2009

Un suspiro

Nunca supe cuál podía ser la onomatopeya para un suspiro. Es imposible escribirlo. Es sin embargo uno de los gestos que más llegan a mostrar los demonios que tenemos adentro: el del amor y el del desamor, el de la soledad, el de la felicidad.

Suspirar es como abrir un paréntesis, dejar un gran espacio y cerrarlo. Esto sería un conjunto vacío en muchas circunstancias. Este conjunto está lleno con todo lo que necesita tener adentro, incluso si esto es ausencia.

He suspirado muchas veces, con dolor, con lágrimas secas en las mejillas. Lo he hecho con resignación y desconsuelo, con desesperanza. He suspirado cuando he sentido que la vida no es vida, cuando he sentido que no quiero más. Es cómo si el alma se quisiera escapar del cuerpo, pero nos tapamos la boca por costumbre, la sociedad necesita que los hombres tengan un alma, de lo contrario ¿Qué corrompería?

El alma se quiere salir del cuerpo, pero no siempre porque no se halle en él. A veces he suspirado por satisfacción, por felicidad, sintiendo, así esté en un cuarto vacío, que el viento me mueve el cabello y me obliga a cerrar los ojos, y que delante de mí no hay más que un horizonte, por ver y por perseguir.

El suspiro que tantas veces surgió de mi en momentos de soledad, ahora esta cambiando de sentido. Es un suspiro de plenitud el que se apropia ahora de este pobre mortal que quiere ser condenado a amar, es un suspiro de extraña plenitud cargada de ausencia y de deseo, cargada de esperanza. Y el alma se quiere escapar del cuerpo, porque ya no esta sola. Mi alma quiere ir y buscarte, buscar la tuya, esa tan hermosa como la quiero y la necesito. No más y no menos.

Desdoblarse es una buena forma de amar. Por lo menos en el sentido estricto sería una buena forma de hacerlo. Amar por sí solo es desdoblarse. Partirse en dos, y volverse otro sin dejar de ser uno. Entregar el alma y el cuerpo, o el cuerpo y el alma sin temor al dolor.

Cierro mis ojos, me imagino tu cuerpo abrazándome. Y sí, siento las cosquillas. No es un juego tonto, mi alma te esta abrazando, la tuya esta haciendo lo propio conmigo. Entonces sale de mí un suspiro mudo, indetectable pero profundo. Mi alma está contigo, se me acaba de escapar. Esta junto a tu cama dándote un beso y diciéndote: “Buenas noches hermosa compañera”.