miércoles, 6 de mayo de 2009

¡Rómpeme!

Que complicada que se hace la vida a veces, cuando nos queremos hacer los de la vista gorda frente a ello.

La realidad nos golpea a la cara, y entonces no sabemos que hacer con ella. ¿Tomarla? ¿Intentar cambiarla? Pero quien carajos dijo que estoy para cambiar realidades, digo, que estoy preparado para ello.

Inventarse otras realidades es sencillo, pero todos nuestros sueños están curtidos de fantasmas escondidos, están untados de nuestros más profundos temores, y en últimas, nuestras ficciones no hacen más que reflejarnos esa maldita supuesta realidad que tratamos de ocultar.

Reinventar mi historia es tratar de engañarme. Cuantas veces he dicho lo bueno que sería huir del mundo, de éste, y partir hacia un lugar lejano donde nadie recuerde mi rostro, donde pueda ser otro. Cambiar de nombre, de apellido, de largo de cabello, sería una buena posibilidad, pero que va si lo mismo da llamarme Juan David ó Napoleón, seguiré siendo el mismo.

Esconderse tras un pentagrama es muy útil, es gratificante y enaltece aquello que llaman espíritu y que no he podido saber donde queda, pero es efímero y no siempre bien agradecido. Es algo que en muchos casos no depende solamente de uno mismo. Es maquillar algo que es demasiado grande como para no verlo.

¿Pedir que me paren el mundo para bajarme?, no lo creo. Ya muchos lo han hecho, y creo que no les funciono. Muchos de ellos ya murieron y estoy seguro de que lo hicieron con las mismas angustias con que vivían, esas compañeras fieles no se van así de fácil. Pero esa no es la manera que busco para bajarme, de hecho no se cuál es.

El tiempo despejará o aumentará mis fantasmas, mientras tanto intentaré seguir caminando para que el mundo no me deje. No se nota, pero anda más velozmente de lo que uno se pudiera imaginar.

Rómpeme la cara realidad, reviéntame el estómago, y acaba con mi cordura. Acaba conmigo, pero no me hagas sufrir más.

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