jueves, 8 de diciembre de 2011

La regulación del cielo

Estaba sentado en el rincón del salón, atrás, en el último puesto, donde apenas llegan las palabras entrecortadas de la omnisapiente de turno. La profesora de derecho internacional público se esforzaba de manera sobrehumana explicando el derecho aéreo y la competencia de los Estados sobre lo “suprayacente a su territorio”, pero las palabras eran esquivas y la concentración se extraviaba sin ningún tipo de esfuerzo. Por la ventana se veían los árboles, las nubes aún perezosas y la luz brillante de los días fríos. De pronto llegaban palabras sueltas y con poco sentido: “Convención de Chicago”, “aeronaves civiles”, “derecho radioeléctrico”. Llegaban, reposaban y se iban, porque al mismo tiempo, afuera, los pájaros hacían volteretas y rompían el cielo, sin bandera, permiso ni regulación alguna.

Él, con las manos en los bolsillos de la chaqueta azul, se puso de pie, y con mirada distraída se dirigió a la puerta del salón. Cuando llegó allí, se detuvo, sacó la mano derecha y la levantó, pidiendo la palabra.

- Adelante, joven.
- Qué pena profesora, pero las competencias sobre el cielo corresponden únicamente a los amantes.- Y salió de ahí.

1 comentario:

Lucas Vargas Sierra dijo...

¡Te quiero mucho güevón!