sábado, 26 de diciembre de 2009

Vieja descripción guardada sin nombre

Un escrito guardado desde hace algún tiempo. En las propiedades del archivo dice que fue creado el 16 de septiembre, la verdad no recuerdo que haya sido hace tanto.

La casa inerte muere (sí) con cada segundo, con cada vaivén del péndulo del reloj de la cocina. Las palabras vacías corren lentamente (sí, como en cámara lenta) por mi cabeza. El teclado se ve entre blanco y amarillo, solamente me llega desde mi derecha la luz también amarilla de la cocina. Miro mis manos mientras pienso que tanto frío duele en el alma.

Un “shhhh” incesante que viene de una olla “a presión” y mi madre que se mueve con firmeza en el espacio, es todo lo que percibo de la cocina. La casa a media luz y encerrada. Afuera esta lloviendo y esporádicamente relampaguea. Suena música, en el reproductor algún Fito pero las letras no me llegan a los oídos. Tengo el estómago vacío y el espíritu pesado. Rabia personal, conmigo mismo, con las circunstancias, con el mundo.

El redoble incesante de la lluvia, los relámpagos y sus consecuentes truenos, el chorro de agua de la llave que se abre y se cierra, el sonido de las chanclas de mi madre al friccionar con el suelo. Eso ameniza mi noche, noche de dudas y de angustias, noche de soledad y matices. La música no me llena, el teléfono no suena, y no se si quiera que suene. Respuestas que no llegan porque no existen, preguntas que no toman forma, sentimientos que no se entienden.

Once personas “conectadas”, ninguna ventana de conversación abierta. “¿Quien me ha robado el mes de abril?”, pregunta Sabina. ¿Y quien me robo a mi la tranquilidad? Yo se quien me la robó, en realidad creo que fui yo quien se la regaló. Y siento que la quiero, pero no la quiero, y la necesito, pero podría vivir sin ella, pero no quiero vivir sin ella… no por ahora. Tocan a la puerta, mi hermana entra rompiendo la tensa tranquilidad de estos 49 metros cuadrados. El televisor se suma a esta orquesta de desaciertos y desconciertos.

Mi soledad ahora esta más acompañada, pero sigue sintiéndose sola, a espera del rin-rin del teléfono, de la palabra “amor” saliendo de tus labios. Espero que llegues, y no llegas.

1 comentario:

Lucas Vargas Sierra dijo...

¡Que haremos con este barboseño que se volvío emo!

Jajajaja, brother, me gusta como inicia, la descripción y eso, pero luego el aletazo existencialista... digamos que pensé en Kudai.

Un abrazo güevetas, estamos hablando pa' salir a embriagarnos en Barbosa, te hacemos visita E. y yo (fresco que entre los dos ocupamos medio sofá solamente).

¡Alegría!