viernes, 18 de diciembre de 2009

A la orden: Los votos

Hace no mucho rato se fue mi papá enojado conmigo. Eso no es raro en él, de alguna forma es su estado natural entonces no me preocupa. Lo gracioso, si se puede llamar así, es la razón por la que se enojó. Vino y aprovecho para hablarme como cuando quieren hablar de padre a hijo y comenzó a decir cosas como “usted ya es mayor de edad, usted ya tiene 18 años”. No me imaginé hacia dónde iba. Pensé que era un discurso moral sobre alguna de mis responsabilidades con el universo, o un consejo de esos de padre alcahuete –cuando le conviene- de “usted esta desaprovechando su juventud, a su edad yo ya había probado de todos los colores, tamaños y sabores”. Pero no, no era nada de eso. Solamente quería pedirme una cosa, mi voto. No por él, sino por alguna candidata cuyo nombre ni siquiera me dijo que está apoyando nuestro honorabilísimo alcalde, responsable de que mi padre tenga empleo actualmente. Mi reacción no pudo ser distinta.

Entre risa e indignación le dije que “como así”, el intentó explicarme, que le colaborara con el voto que tales y que pascuales. Yo le dije que si la candidata me convencía que a lo mejor hasta votaba por ella, pero que moralmente yo no podía hacer eso (solamente a mí se me ocurre hablarle así a mi papá). Que si había otro que me gustara votaba por ese, si no me convence ninguno por ninguno voto, es así de sencillo. Salió indignado que porque conmigo no podía contar y ni siquiera dijo chao. Fue una situación realmente graciosa, sobre todo teniendo en cuenta las reacciones de mi papá que van desde lo infantil a lo machista pasando por lo paranoico en una vocalización que solamente entendemos –a veces- sus hijos.

Es una anécdota tonta en realidad, pero aprovecho para decir que mi voto no lo vendo y no lo cambio. A partir del próximo año podré votar y si de algo estoy seguro es de que mi voto no será una unidad de cambio, no tendrá valor comercial, no será prostituíble. Porque pese a todo aún me quedan ideales y principios, así esos ideales y principios se limiten a no querer poner una “x” con lapicero dónde no quiero hacerlo. Votaré por quien me entre en gana y por los motivos que me entren en gana. A este paso es posible que termine dibujándole cachitos a Uribe, pintándole los labios a Andrés Felipe Arias o poniéndole bigote a Petro. Si lo hago será únicamente mi decisión. Y si decido no votar, así lo haré porque estoy convencido de que el abstenerse es una posición y decisión igualmente política y válida que el votar, es más, estoy seguro de que muchas de las personas que se abstienen son mucho más concientes y responsables de sus actos que la mayoría de “colombianos de bien” que irán a las urnas por un segundo período, por una cancha en el barrio o por un “puestito pa’l muchacho”. Este es un tema sobre el cuál seguramente me falta mucho por decir, pero por ahora esto es todo.

Mi voto es mío, y yo decido que hago con él bajo mi voluntad. (Espero que mi voluntad no cambie y sea yo quien libremente decida vender mi voto).

2 comentarios:

Unknown dijo...

Una posición totalmente respetable, nada como hacerlo a conciencia, mejor dicho: "une tu voto al de yo, para gritar que votamos y si nos sale ladrón no pidan explicación porque tu y yo lo elegimos"..... jejejeje

Saludos!

Lucas Vargas Sierra dijo...

Marica, definitivamente uno nunca va a cambiar a los papás, el mío me está dando cátedra por Facebook debido a una crítica -si, lo admito, fue un artículo más burletero que argumentativo-...

En fin, algo les debemos, ¿no?

Al menos un espermatozoide...

¡Alegría!