viernes, 7 de enero de 2011

Arritmia vital

La vida se mueve. A veces nos movemos con ella, logramos seguirle el ritmo, llegamos a tempo en el prestíssimo movimiento que ella lleve, que el mundo acompaña, que los demás armonizan… a veces. En otras ocasiones, diría yo que casi siempre, el vaivén entre el ritmo que suponemos que deberíamos llevar y el que nuestras limitadas condiciones nos permiten asumir con comodidad se convierte en la más desacoplada –como la vida misma- arritmia.

Soy arrítmico, a-rítmico, sin ritmo.

Mi corazón no tiene compás, no sabe mantener su palpitar a un solo ritmo, a un solo tempo, a una sola velocidad. Ni la genialidad de los grandes sabría traducir en un monograma lo que toca un corazón descompasado. Vas del vértigo al vacío, y en una bocanada de aire el palpitar vuelve a moverse perezoso, lento, rallentado a punto de mermelada. Si en esa bocanada hay algo de humo, el latir lento podría acelerarse, casi asustado, de nuevo vertiginoso, o puede no hacerlo. No hay tic-tac en el palpitar. Es más bien como un tic… tac… tic..tactictactictactitttttttt…. ¡! … tac… ta.tic… tac… No es un reloj el aparato para medirlo, ni son los segundos la unidad de medida. Para este corazón no hay marcapasos, a menos que el ingenio médico pueda inventar uno que sepa marchar al ritmo de las emociones, tan rápido como un orgasmo, tan lento como una resaca, tan flexible como para acelerar y desacelerar entre uno y otro en pocos segundos.

Pero mi arritmia no es sólo cardíaca. Sé que al caminar un pie debe ir adelante del otro, y cuando aprendí a hacerlo no pensé que fuera suficiente información, pero tampoco pensé que no lo fuera. Era necesario, pero nunca suficiente. Alguien debió enseñarme a coordinar mis pasos. No necesitaba aprender a bailar tap ni algún sincopado ritmo afro antillano. Sería suficiente coordinar cuándo debería ir adelante el pie que recién quedaba atrás, pero la frecuencia no es un término con el que los músculos de mis extremidades estén muy familiarizados. Mis piernas delgadas, casi óseas, no distinguen entre deambular y huir. Aunque hasta ahora nadie me ha alcanzado sé que algún día lo harán, estoy seguro, y entonces… Ayer se levantaron cansadas pero despiertas, dispuestas a conducirme a algún lugar. Aunque no lograron llevarme a ninguna parte, no dejaron de caminar, de moverse, de desordenarse disimuladamente. Hoy, ni el deseo por recordar viejas caras y viejos caminos fue suficiente para que despertaran. El paso fue torpe, somnoliento, casi suicida. No conforme con la deformidad de mis dedos ni con la prominencia de las rodillas, tengo que conformarme con un par de pies que me mueven cuando quiero estar quieto, y me dejan estático cuando amanezco con síndrome de atleta mochilero.

Pero la arritmia cardíaca y la descoordinación funcional no son los únicos síntomas de esta arritmia vital. Tengo erecciones en momentos en que la santidad debería ser una máscara convincente, en momentos en que no hay objeto aparente y cercano de lujuria, y así mismo las pierdo cuando me levanto la sotana. Llegan y se van a su antojo, como semáforos desconfigurados, como luciérnagas con sobredosis de cafeína. Llegan provocando desazón, y se van dejando calma. Con ésta disfunción eréctil se desordena también la respiración, que se acelera cuando duermo, a dientes abiertos para que entren grandes bocanadas de noche por la tráquea, y que se ritarda cuando más rápido debería ir, cuando más larga carrera debo dar para no bajarme del vagón del tiempo y el afán, y entonces, los hoyos casi inútiles de la nariz son los únicos que funcionan. La mandíbula también pareciera tener motu propio, y es que me resulta poco gracioso tener que masticar el helado mientras que con un trozo de carne me veo obligado a pasar casi entero, con los sabores y olores casi vírgenes, las especias intactas, la carne tierna. 

Soy arrítmico. Cuando quiero sexo recibo amor, cuando quiero amor no recibo nada  probablemente (más que la taquicardia/bradicardia, la torpeza al caminar, la falta de comunicación neuro-fálica, los problemas respiratorios y la descoordinación mandibular) esa sea la peor de mis arritmias.

Nota aclaratoria: Quien escribe no sufre aún ningún tipo de disfunción eréctil.

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