Reseña de televisión para la materia Historia I de los medios de comunicación en Colombia
La sociedad es un conjunto poli cromático y heterogéneo. En ella se puede encontrar todo, pasando del blanco al negro, de lo nuevo a lo viejo y del bien al mal. Sobre todo en las sociedades democráticas los medios se vuelven un espejo de todo lo que coexiste en la sociedad: tradiciones, culturas, imaginarios, conflictos, etc. La televisión debido a los cambios y avances que presentó comparado con otros medios es quizás la que mejor representa esto.
La televisión presentó a la sociedad del siglo XX grandes cambios, no solo tecnológicos y científicos, cambios sobre todo, valga redundar, sociales. El mundo moderno y contemporáneo, en especial países como Colombia viven en un constante desequilibrio y la inestabilidad social no se hace esperar diariamente. En nuestro caso propiamente estos se ven agudizados por un conflicto interno que lleva más de medio siglo –en fases distintas- despertando controversias, avivando discusiones públicas, pero sobre todo, cobrando vidas.
Es innegable que en una situación tan compleja hay conflictos ideológicos y de poderes, tanto políticos como económicos, religiosos y culturales. Es allí donde el derecho a la información y la necesidad de verdad juegan un papel muy importante en las dinámicas sociales. Los medios, y en especial la televisión por su inmediatez característica y por su capacidad de impacto visual, se vuelven entonces lo que muchos autores llamarían “el cuarto poder”. El poder –además deber y función- de los medios es el de reflejar la realidad, los acontecimientos coyunturales y estructurales, pero como en todo juego de poderes unos quieren visibilizar y otros quieren opacar, cada uno de acuerdo a sus intereses particulares.
Como dicen Jesús Martín Barbero y Germán Rey en “Visibilidad, guerra y corrupción” “si los conflictos no son presentados por la política, los medios toman su lugar señalando otros caminos prepolíticos o apolíticos para resolverlos”. Son estos los responsables, desde su función social, de que en ese juego de espejos, de mostrar y ocultar, salga a relucir la información que convenga más a las mayorías, o en su defecto, la verdad.
En nuestra sociedad “la representación televisiva de la corrupción y de la guerra pone en relación imágenes, política y visibilidad, publicidad y secretismos, duración y relato” según Rey y Martín Barbero. La corrupción y la guerra son quizás los temas que más papel y tinta han gastado en los últimos tiempos, en especial en Latinoamérica. Han sido objeto de opiniones por montones y de igual proporción de pretensiones de información. La discusión del papel de los medios en general, y en especial de los audiovisuales, a pesar de ser relativamente reciente, no es nueva. Martín Barbero y Rey en el mismo texto evidencian esto en el caso colombiano con dos ejemplos: el proceso 8000 y la confrontación guerrilla-ejército en Las Delicias. En los dos (como en casi toda nuestra realidad) los medios se volvieron actores, dejando de lado la utopía de la mediación. Al volverse actores, generaron reacciones, visiones, opiniones, y consecuencias, que siendo buenas o malas, fueron siempre parcializadas por la editorialización y consecuente movilización.
Se comprobó que efectivamente los medios tienen un efecto inevitable sobre la sociedad, pero también se comprobó, sobre todo en el proceso 8000 que no tenían esa potencia desestabilizadora que se podría esperar y que en otros casos y otros países fue determinante para el desenlace de los sucesos.
En cuanto a guerra y corrupción los medios se deben replantear, ya que “al tornarse más plural, secularizada, menos homogénea, la sociedad le propone otros retos y también otros alcances al papel de los medios”. Estos no solo deben tratar de crear criterio a través de opiniones propias, deben también tratar de mostrar los hechos de la manera más imparcial posible para que el ciudadano de a pie saque sus propias conclusiones.
A pesar del deber ser, es ineludible el hecho de que los medios son también negocios, y que en sus dinámicas económicas crea herramientas como “la verdad mediática”, aquella que es creada partiendo de hechos, pero recurriendo a parcializaciones, tergiversaciones y juegos de opacidad. La espectacularización juega también un papel importante, más factual, en la creación de esa verdad mediática. El debate queda planteado entonces en hasta donde llegan la libertad de expresión y el derecho a la información.
Un medio de comunicación como la televisión se erige en varios aspectos. No solo el informativo, la televisión también tienen la capacidad y el deber de entretener, de mostrar espacios distintos y sobre todo para todos los públicos. La televisión colombiana se consolidó en la sociedad aproximadamente desde la década de los 70’s, esto llegando a las clases populares, a las mayorías con historias que de alguna manera los mostraban y trataban temas de su interés. “Mientras en los noticieros el vedetismo político o farandulero se hace pasar por realidad, o peor aún, se transmuta de hiperrealidad (…), en las telenovelas y los dramatizados semanales es donde se hace posible representar la historia de lo que sucede, sus mezclas de pesadillas con milagros, las hibridaciones de su transformación y sus anacronías, las ortodoxias de su modernización y las desviaciones de su modernidad” según Jesús Martín Barbero y Germán Rey en el texto “El país como experimento audiovisual”.
No es casual pues que actualmente las telenovelas tengan tanta aceptación dentro de tantos públicos diversos en nuestro país. Esto se debe en parte a la homogeneización que, de manera indirecta, va generando lo masivo en la cultura, pero sobre todo se debe a una gran generación de dramaturgos y actores que se dedicaron a crear, es decir, la telenovela como una de las costumbres más arraigadas de la última década en las familias colombianas se debe al desarrollo que tuvo en las décadas inmediatamente anteriores.
Las telenovelas, semanales en principio y diarias más adelante –hasta nuestros días-, se puede clasificar en dos subgéneros según los autores ya citados: el dramatizado de misterio y el dramatizado de acercamiento a los problemas sociales. El primero conecta tradiciones como la leyenda rural con las realidades campesinas, tales como la pobreza y la violencia. El ángel de piedra y El Cristo de espaldas son ejemplos de este subgénero. En ellos se pueden encontrar historias en comienzo de apariencia inverosímil, pero que profundizan en temas tan complicados como la psicología de los personajes, sus interacciones y su relación con la cotidianidad real, sobre todo con aquella que duele. El segundo, cuyo nombre no es totalmente correcto porque es también una característica del dramatizado de misterio, se acerca a temas tan espinosos y controversiales como la política y la religión, el papel de la mujer en la sociedad o las condiciones de pobreza de la mayoría. Series como Historia de Tita, Los Victorinos, Cuando quiero llorar no lloro, Dos rostros, una vida, llegan al público de manera directa, contando historias que, de manera fantástica y casi tendenciosa se acercan tanto a su realidad que logran que sobre todo las clases populares se vean reflejadas. Pero también se muestran realidades como el egoísmo, la intolerancia, la desigualdad, que caracterizan no a una clase en particular sino a toda la sociedad colombiana y latinoamericana.
Desde comienzos de los 90`s los seriados toman un nuevo rumbo llevado por una nueva generación de directores. Manejando los temas sociales con propuestas nuevas, además tocando temas como las contradicciones de la prensa y de los medios frente al poder. Se pueden destacar directores jóvenes como Carlos Mayolo, Sergio Cabrera, Mauricio Navas y Lisandro Duque. En este caso el conflicto interno colombiano y sus actores, ejército, guerrilla y paramilitares, también entrar a hacer parte de las nuevas historias que se transmiten. Los cambios culturales propios de finales de siglo también son evidenciados en series como Señora Isabel y La otra mitad del sol donde son mostradas las nuevas generaciones, los cambios de pensamiento y posición frente a temas ya tratados y el conflicto entre unos y otros.
En los 90’s la telenovela toma un nuevo rumbo. Siguiendo la tendencia globalizadora y sobre todo las necesidades de la industria cultural, las telenovelas se fueron homogeneizando más e internacionalizando. El interés de los productores era que sus novelas se vendieran por igual en todos los países. Ahora se comenzaba a trabajar de manera directa con la novela como producto. Si bien esto es comprensible teniendo en cuenta que en esta década el país entró a la apertura económica, los estilos y sobre todo las temáticas fueron perdiendo especificidad. Aunque en general el tema social siempre ha estado presente en las tramas, ahora perdía escenarios y características regionales. Los problemas en América Latina son muy similares, y las culturas tienden a tener parecidos, pero definitivamente hay grandes brechas que separan las características no solo de las naciones sino también de las regiones de cada una de estas.
Las nuevas generaciones productoras de televisión se dieron a la tarea no solo de reflejar a la sociedad en sus producciones, sino también de innovar en la producción relegando lo primero a un segundo plano en muchos casos.
Como citan Martín Barbero y Rey en “Las narraciones televisivas en los años noventa”, “Con el melodrama sólo hay tres opciones, escribía en su momento la guionista de Cristal: o copiarla, o innovar a partir de sus estructuras narrativas más conocidas o traicionarla”. Esto marca un poco la televisión de los últimos años que si bien tiende a homogeneizar públicos es heterogénea en estilos y temáticas.
La novela y toda la producción televisiva en general, sobre todo la prensa, se han configurado dentro de nuestras sociedades tomando papeles muy importantes, positivos y negativos: volviéndose un factor de poder y de conflicto entre poderes, siendo espejo de realidades pero también transformador de ellas, creando generaciones nuevas de creativos pero apuntando siempre a la venta y el comercio, censurando, visibilizando y opacando, generando conciencia y alienando al tiempo, creando y destruyendo ideales, pensamientos, comportamientos, costumbres y tradiciones, culturas; sencillamente creando y destruyendo.
BIBLIOGRAFÍA
LOS EJERCICIOS DEL VER, HEGEMONÍA Y FICCIÓN TELEVISIVA. Jesús Martín Barbero y Germán Rey. Capítulos 4, 5 y 6. Gedisa editorial. Barcelona, 1999.