martes, 19 de octubre de 2010

Concepción: Comentarios desenfocados

¿Qué sería de un viaje sin la sensación de que algo faltó por hacer, de que algo faltó por conocer, de que algo faltó por decir? Allí está para mí el balance de un buen viaje, en la sensación de vacío, en saber que todo ha sido un receso de la cotidianidad, un receso que de todas maneras hace que la cotidianidad pueda vivirse un poco mejor. ¿Y para qué volver a un lugar ya visitado si no se va a descubrir nada nuevo? No tener la mirada hacia ningún lugar específico, lo que los periodistas llamarían “enfoque”, hace que se vean muchas cosas, de manera desordenada, desconectada, fragmentada. El hecho es que al volver a Concepción, sentí que era la primera vez que iba.

La primera vez que fui lo hice como espectador, un simple turista. Ésta vez lo hice como participante de la final departamental de músicas tradicionales y populares del festival “Antioquia Vive la Música”. Frente a esa falta de enfoque, creo que lo más conveniente será ir contando cosas por orden cronológico, o por orden memorístico. 

En mi viaje pasado al que fuera llamado (y aún es conocido así) La Concha, no tuve mayor inconvenientes en llegar. La carretera no es muy buena, pero en ese entonces no fue un problema para mí. Ésta vez nos vimos en la tarea de sacar a un bus pequeño del lodo, para poder continuar, además porque allí también iban participantes del departamental. Por fortuna nosotros íbamos en escalera, o chiva que llaman, precisamente porque por el estado de la carretera a causa del invierno ningún bus se atrevió a meterse por allá. Concepción tiene dos vías de acceso, una por Barbosa (por la que íbamos) y otra por San Vicente. Las dos tienen problemas similares. El segundo día (domingo), en el acto de clausura, el Alcalde de Concepción fue enfático en la necesidad de “vías de comunicación” del municipio. Y tiene razón, porque de poco sirve ser patrimonio cultural e histórico de la nación si es difícil llegar y salir de allí. Aunque no siempre hay invierno, y por ende no siempre van a quedar los carros atrapados en la carretera por el lodo o por derrumbes, siempre será incómodo viajar, por lo mal diseñadas, lo angostas, lo irregulares de las carreteras.

Pese a todo logramos llegar. La misma iglesia, el mismo parque, los mismos portones de colores, y casi las mismas calles empedradas (Muchas de ellas se encuentran en arreglos de alcantarillado, entonces están temporalmente fuera de servicio). De alguna forma el municipio está atrapado en su propia historia. Pero obviamente esto no es cierto, porque la historia no siempre es la misma, no es inmóvil, no es inmutable. Es normal escuchar, de manera jocosa, el comentario de que “en Concepción no vive nadie”. Si vive gente, pero la población no llega a las 7000 personas. Los fines de semana, cuando he estado, la cabecera municipal ha sido muy sola, muy quieta. Sería importante conocerlo un día escolar, generalmente los colegios le dan más vida a los municipios. Escuchando a alguien que conoció Concepción desde antes, me di cuenta del porqué para que un municipio tan bello sea tan solitario.


Concepción queda en el Oriente antioqueño. Eso ya explica mucho. Como otros municipios de esa subregión, su territorio fue objeto de disputa entre actores armados en las últimas décadas. Concepción llegó a ser, según lo que escuché, (información susceptible de ser verificada) un pueblo fantasma. Esos mismos portones grandes, fuertes, de colores, estuvieron abiertos mucho tiempo, sin nadie al interior. Quizás por eso se mantengan ahora cerrados. Y quizás por eso mismo, la gente que ha regresado a sus casas no salga mucho. Es verdad que hoy no se vive ese mismo conflicto armado, pero el conflicto social permanece. Estuve hospedado en una casona de dos pisos, 4 o 5 habitaciones espaciosas, techos altos, dos baños, solar. La casa queda en todo el parque, y desde su balcón se tiene una vista privilegiada, no solo del parque con sus banderas, la iglesia, y la estatua de José María Córdova, sino de gran parte del pueblo. La casa está en buen estado. ¿Porqué su dueño no vive allí? Hasta donde supe, vive en Medellín. 

Al dar una vuelta por la Concepción nocturna se ve que sí hay gente que sale. No se concentran en el centro, sino en los alrededores, y tienen características particulares. Sombrero, botas, bigote, senos prominentes, aguardiente en mano, en caballo. No quiero caer en estereotipaciones ni en generalizaciones irresponsables, pero casi siempre, óigase bien, casi siempre, las personas con estas formas de vestir y actuar (paisa, bien paisa) tienen cierto nivel económico cómodo, propiedades, y con todo esto por supuesto, cultura mafiosa, pensamiento mafioso. La “pacificación” llevada por el Estado a través de presencia de fuerzas militares, más conocida con el famoso nombre de Seguridad Democrática se evidencia. Efectivamente ya no hay conflicto armado latente en el municipio, pero también se puede ver para quién es la seguridad. Y claro, ya se puede ir, pero eso sí, si las carreteras lo permiten.

Caer en cuenta de esto me hizo sentir algo intranquilo, algo responsable, por no haberlo visto ni pensado antes. No podía evitar imaginarme un pueblo vacío, quieto, más callado de lo que es. Pero no quiero ser apocalíptico. La situación ahora es mejor, gracias a muchas cosas, por ejemplo, a la música.

Me giró algo en la cabeza durante el fin de semana, aunque no como moto en círculo de circo mortuorio. ¿Es posible crear, o más bien, se está creando tejido social alrededor de la música? No estoy seguro de aventurarme a dar una respuesta, aunque es de resaltar que uno de los mayores intentos a éste respecto se esté dando desde la institucionalidad, y las diferentes manifestaciones de todas las regiones del departamento estén respondiendo. Aún falta, y falta mucho, pero algo se ha hecho. Sería importante que quienes estamos directamente involucrados hiciéramos menos comentarios de pasillo, y que no solo escucharan lo que tenemos por tocar, sino también lo que tenemos por decir. Pero hasta aquí el momento de proselitismo político.

En materia musical tuve muchos sentimientos encontrados. No estoy de acuerdo con que intenten disfrazar un concurso como encuentro, llamando a los jurados “maestros acompañantes”, por ejemplo. Es un encuentro con puntajes y con ganadores a pesar de todo. La sana competencia no va en eliminar el carácter de competencia. Es ilógico, además difícil. Precisamente no han podido, y por eso sigue siendo concurso, así ellos (los organizadores) lo nieguen. Quizás aquello de crear tejido social alrededor de la música pueda ser una buena opción para eliminar los vicios de la competencia. Pero insisto, hablar sobre esto es meterme en camisa de más de once varas. 

Hubo muchos grupos muy buenos, desde música andina colombiana hasta zamba pasando por música pelayera,  salsa, merengue, parrandera, indígena, etc. Cosas que me llamaron la atención: Que la representación de Chigorodó fuera de música andina colombiana, por aquello de que el Urabá es una zona con más influencia de litoral. Además, era música andina, a mí parecer, bien hecha. La vocalista más joven tenía una voz que no le cabía en el cuerpo, y tenían un trabajo de voces bien agradable. Otro grupo de Urabá fue el que logró dejarme más inquieto: Etnia Katio del municipio de Mutatá, conformado por integrantes de la etnia Embera Katio. El grupo tiene la intención de hacer un trabajo de recuperación de sus músicas. Era extraño verlos y escucharlos. No podía evitar escuchar y sentir que había mucho en ellos que no les era propio, que era adoptado, en la música, en la indumentaria, pero que al mismo tiempo eran muy ellos, muy originales.  Despertaron mucha euforia en el público, pero aún no estamos suficientemente preparados para escucharlos sin aplaudirles simplemente por ser indígenas que están haciendo música. Vale la pena seguirlos escuchando, para poder juzgar su música y su cultura (si es que eso se puede juzgar) con más respeto, conocimiento, intención de aprendizaje y preservación. También de Urabá, el grupo Juventud Alegre de San Juan de Urabá me recordó lo bello que es el bullerengue. Me gusta mucho la ritualidad que hay alrededor de éste ritmo, y letras como “Toca negro tu tambor, toca negro tu tambor, que cuando lo estás tocando más negro me siento yo”, o invocaciones a la lluvia, me hacen pensar que es una manifestación que aún se encuentra de forma muy pura, y que logra permear incluso a los más jóvenes de las comunidades, quienes con evidente orgullo comienzan a palmear y bailar descalzaos, así sea en el frío de Concepción.

Queda demostrado que la cultura tiene un papel muy importante en la manera como las comunidades asimilan las distintas formas culturales. En materia musical, haciendo la comparación desde el festival Antioquia Vive la Música, se puede ver que la música más académica, más sinfónica, representada hasta ahora en las bandas, toma mayor nivel en los municipios cercanos al centro, a la ciudad, y en aquellos que al mismo tiempo tienen una tradición cultural ligada a lo andino. No así por ejemplo las bandas del Magdalena Medio o las del Urabá. Pero estas zonas por su parte tienen un potencial y desarrollo enorme en otras manifestaciones musicales más tradicionales y populares, e igualmente valiosas. Los pitos y tambores, las músicas populares, la música andina colombiana (que son las 3 modalidades de Antioquia Vive la Música en tradicionales y populares) abarcan mayor territorialidad en potencial, y toman mayor fuerza donde aún las tradiciones populares ligadas a las distintas formas culturales como la música, persisten, pese a los embates del tiempo y de la homogeneización. En las zonas más cercanas a la centralidad, debido a la mayor convergencia de corrientes, a mayores posibilidades de comunicación, a mayor acceso a la formación, las bandas tienen un auge importante, pero sin excluir por esto a las otras manifestaciones.

De nuevo, tocar no fue tan intenso como escuchar. De nuevo puedo decir que hacer música es más bien una excusa para escuchar música, y escuchar música una excusa para recorrer caminos y tejer historias. Es una fachada para tender conversaciones, beber algo, reír, reunirse a improvisar o a escuchar improvisar, sentirse muy privilegiados, pero también tan comunes. Algo importa quienes fueron los ganadores, algo importa saber que no mencioné sino a 4 grupos de casi 20 que había, de muchísimos más que se quedaron en el camino.

-¿A qué horas vuelve la chiva?
- Agustín debe saber. -Pero Agustín no sabía, nadie sabía. Esperaba amanecer de nuevo en Concepción, de nuevo con bastante frío (olvidé llevar ropa para dormir), pero con el calor del aguardiente y algunas buenas risas. Después se me dañaron estos planes. La chiva apareció y después de comer nos volvió a bajar a nuestro habitual nivel sobre el nivel del mar.

De nuevo Concepción se vio irrumpida en su tranquilidad, acostumbrada si acaso a los más de 80 años del café social donde todo el día suenan tangos y música “vieja”; y a la juventud de su banda municipal. De nuevo yo me vi irrumpido en lo más profundo, removido en mis más íntimas pasiones y deseos, transformado en el armonioso conflicto que se ha convertido la música alrededor de mi vida, mi vida alrededor de la música.

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