lunes, 22 de septiembre de 2008

Escribo


Escribo, ¿Por qué lo hago? No lo se. Solo se que mis manos sienten un impulso desenfrenado, enviado no por mi cerebro sino por mi corazón, desde aquel rincón oscuro y vació en el fondo de mi alma, o de mi espíritu quizás.

Escribo porque es vida, es el bolígrafo un marcapasos que con su desaparición a lo mejor no pararía mi corazón, pero si todo lo que en el habitase, porque escribo al día y a la noche, cómplices del destino y del tiempo como amos y señores de toda la existencia terrenal y celestial.

Escribo por mi libertad aunque soy esclavo de mis palabras, pero no me importa estar sujeto a estas pues solo con esta larga cadena de sentimientos y este gran grillete de emociones es posible pasar el trago amargo de esta condena a muerte auto impuesta, bajo el dolor de las verdades, de las fantasías rotas junto con la inocencia de un pobre y débil niño que llora solo en su cueva. Pero escribo, porque las frases fluyen como la cristalina agua de un arroyo que no correrá gran suerte después de encontrarse con un gran río, sucio por las envidias y males naturales del hombre con su existencia.

Escribo a la muerte como único juez verdadero de la acción de este breve momento al que llamamos vida, pero que a pesar de esto dedicamos a acabar y desperdiciar como si fuese eterno.

Escribo, porque como alguien dijo un día el hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice, y por no ser necesario abrir la boca para decir mucho escribo.

Escribo para que sean solo el papel y la tinta la celestina de mis amores, bellos, fortuitos, o quizá mortales, pero escribo porque lo que sale del corazón al corazón llega.

Por eso escribo, para evitar ser ajusticiado por la codicia y la ambición, naturales en el espíritu humano de sociedad, porque mejor defensa que lo pronunciado por las boca es lo plasmado por las manos.

Porque me siento solo, por eso escribo, por sentirme a la deriva en esta efímera existencia, con el viento en mi contra y solo un remo a mi favor, porque voy sobre la corriente, una corriente de gentes pobres, no de cuerpo sino de corazón, apurados por el afán de un nuevo día que tarde que temprano termina sin pena ni gloria.

Escribo, porque no quiero ser victima de ese verdugo con capucha, pero con un rotulo en el cuerpo que solo da a conocer una palabra: ignorancia, porque quiero ser yo quien decida si es dolor, si es mentira, si es amor o si es envidia lo mejor para mi vida.

Escribo, para desahogar el rencor y las tristezas que puedan morar en mi mansión, fachada de alegría y felicidad que puede resistir al más cruel cataclismo, aunque en realidad en su interior se estuviese desmoronando, el castillo de falsedades y de mascaras eternas, que me ha sido adjudicado solo por ser.

Escribo cuando estoy feliz o cuando estoy triste, cuando mi alma parece la más hermosa primavera o cuando el crudo invierno recibe la ultima hoja en su suelo.

Escribo para plasmar el llanto, que con el corazón a punto de estallar no son capaces de hacer brotar mis pequeños ojos testigos de la farsa y la ironía de esta amarga sociedad.

Escribo por la amistad y por el cariño que a mis hombros pueda llegar de la mano amiga que en mi esperanza nunca me vaya a dejar.

Escribo porque amo, porque siento, porque lloro, porque dejo, por mi soledad y compañía, por mis tristezas y alegrías. Escribo por mi pasión por la muerte y por la vida, siendo la palabra mi única herramienta de defensa hacia todos los males a los que tengo derecho por tener mis pies sobre esta tierra maldita por la sangre y por el odio.

Solo espero no sentir mano enemiga irrumpiendo en mi regazo, ser yo mismo quien decida cuando, como y porque dejar este hermoso pero amargo mundo, por eso escribo.


“JUDA”
JUAN DAVID LOPEZ MORALES
Enero 3 de 2007

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