lunes, 22 de septiembre de 2008

Huele

(Perdonan algunas partes en las que tiendo a volverme moralista, quizás fué por la efervescencia del momento...jejeje...en fin...)

Salgo desesperado a la ventana, es la medianoche, algo ronda en mi mente sin cesar y no me deja descansar después de otro día mas de supervivencia, sin mas pena ni gloria que la propia existencia de la cual he sido victima por aquellos azares del destino que nadie puede entender y mucho menos explicar. De pronto siento en el ambiente un olor peculiar, para nada desconocido, pero que solo hasta ahora me doy cuenta de su presencia perpetua. Comienzo a pensar, a pesar de lo familiar de esta fragancia si así se pudiese llamar, o hedor quizás, no estaba seguro de que era, que era lo que olía, que era lo que emanaba aquel aroma tan insoportable pero tan adictivo, tan necesario, tan evasivo, tan protagonista de todos aquellos días y noches en vela.

Me pongo a pensar, y junto con el olor a mi mente empiezan a llegar imágenes tristes, imágenes que me acongojan, pero mas que imágenes recuerdos, de todas aquellas noticias de horror que me ponían al tanto de lo que le pasaba a todos mis hermanos no consanguíneos de pronto, pero si de raza. Ahora comienzo a reconocer el olor.

Huele a niños, niños acostándose con hambre, con sus ojos secos de tanto llorar, que ya no aguantan ni una gota más, de desesperación y angustia, o de tristeza quizás. Niños que no contaron con la suerte de acostarse y quizá de despertar, después de que aquella dama ciega ante la desigualdad, sacara sus garras y se los quisiera llevar. Porque estos niños huelen a mugre, a desprecio, a indiferencia. Huelen a engaños y explotación, a robos, atracos violaciones y asesinatos. Empiezo a reconocer variantes en el aroma del aire, percibo otro tono en el olor.

Ahora huele a jóvenes, que se encierran en sus propios castillos entre la fantasía y la realidad, la fantasía de su futuro y la cruda realidad de su presente, huele a jóvenes que ya no creen que haya esperanza alguna o razón para continuar. Huele a las copas que acompañan a un pobre joven suicidad, triste, melancólico, aburrido de las vanidades, discriminaciones y blasfemias de este mundo en contra de la vida. Copas que también acompañan embarazos no deseados, seguidos de golpes insensatos y negaciones indiferentes. Huele a un futuro incierto y esto es lo único cierto. Cambia el olor.

Esta vez huele a hombres y mujeres, maltratados, violados, no necesariamente carnalmente, pero si en espíritu. Hombres y mujeres que luchan por salir adelante a como de lugar, sin importar que haya algo mas grande que ellos que no este de acuerdo y lo logre evitar. Hombres y mujeres que presionan gatillos, atraviesan corazones, asesinando las ilusiones de aquel mendrugo de pan, robado hace algunas horas para a los hijos alimentar. Si, es una fragancia muy peculiar, una rara mezcla de amor y licor. Huele a gasolina, a preservativos utilizados, unas cuantas velas recién apagadas, y allí en la sabana el resultado de la pasión desenfrenada expresada unos momentos atrás. Huele también a gritos, una carrera por la vida, con meta en la muerte, inexplicable, inmutable.

De pronto llega a mi nariz la fetidez mas fuerte de todas y de repente caigo en cuenta de que es lo que huele y causa los olores, nuevos y contenidos los anteriores. Huele a SOCIEDAD, una selva llena de animales salvajes luchando por su propio subsistir, egoístas por excelencia y traicioneros por naturaleza. Huele a petróleo, a imperios que pisotean con gran ímpetu a las pequeñas naciones que en su camino se han de cruzar, que luchan por el control y derrocamiento de los que bajo sus pies aun no están, bajo sus bases de corrupción, robo y mentiras. Huele a complots secretos para asesinar, a traiciones ocultas, a documentos traspapelados intencionalmente. Huele a un sin número de condenas, con distintas denominaciones pero el mismo tinte de muerte, abortos quizás o nacimientos, penas de muerte, bombas de capacidad colosal hechas para exterminar. Huele a secuestros y extorsiones, a cigarrillos, a tabacos de la mejor marca, junto a cuerpos inertes y pestilentes, de muerte no precisamente accidental.

Continúa el mismo olor y llegan más momentos y recuerdos a mi cabeza, una serie de palabras que de mi cabeza no puedo sacar. Ya tirado en la cama, sigo oliendo y sigo reconociendo. Huele a intolerancia, huele a religión, huele a masacres, huele al alcohol testigo de hombres borrachos, muchos de estos jóvenes, ya sin ganas de vivir, en este mundo inmundo sin esperanza, lacerado, lastimado y ante todo acostumbrado y conforme. Huele a nacionalismos y regionalismos estúpidos. Huele a dioses falsos creados por el hombre a su conveniencia.

Comienzo a pensar por mi propia cuenta, ¿cambiará algún día este triste aroma? ¿Acaso es posible que un cuerpo deje de descomponerse y comience a regenerarse? No se si podrán los asesinos devolver sus balas y los muertos volver a casa con sus familias. Quien sabe, quizás algún día podamos volver a respirar aire limpio de aquel que solo nuestros mas remotos antepasados pudieron disfrutar, quizá vuelva a oler a vida en vez de muerte, a creación en vez de destrucción, a un verdadero planeta, a agua en vez de licor, a convivencia en vez de discordia o a tolerancia en lugar de diferencias.

Estrepitosamente caigo dormido y sin darme cuenta, inmediatamente pero varias horas después vuelvo a abrir mis ojos, pero me siento incompleto, me falta algo, siento que olvide algo que había pensado la noche anterior y que definitivamente era importante. Afanado le resto importancia y me levanto simplemente para continuar sobreviviendo y sobrellevando mi existencia.

“JUDA”
Juan David López Morales
Barbosa, Antioquia
30 de julio de 2006, 18 de enero de 2007.

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