viernes, 26 de septiembre de 2008

Tesoro con derecho de admisión

“La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus males es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura”

Jose Marti

Es común que en los escenarios de discusión se tienda a encasillar el concepto de cultura hacia dos términos que apuntan a cosas totalmente distintas: el primero, relacionado con los orígenes populares de las más arraigadas tradiciones sociales y el segundo relacionado con las gentes de clase alta, intelectuales con acceso a una “mejor” educación. Estas dos caracterizaciones son lo que se conoce como cultura popular y cultura de elite respectivamente.

La cultura puede ser definida como el conjunto de todas las formas y expresiones de una sociedad determinada (http://es.wikipedia.org/wiki/Cultura). Desde esta definición, el hacer discriminaciones entre la cultura por clases sociales sería caer en un caos terminológico, ya que se entraría en una profunda contradicción. Sin embargo es de reconocer que este concepto debe ser replanteado en muchos sentidos. En un país como Colombia por ejemplo sería imposible hablar de una cultura colombiana o de una identidad colombiana debido a la fragmentación cultural y/o social dada por la geografía y por las dinámicas de colonización de los siglos pasados que tienen al país dividido fuertemente por regiones.

Cuando en la definición más sencilla de cultura se habla de expresiones es común referirse a las representaciones artísticas, así pues, la música, la danza, y el teatro, como también en alguna medida las artes plásticas, visuales o gráficas; suelen tomarse como referentes para definir la cultura de una sociedad o micro sociedad. Sin embargo también en los escenarios de debate se tiende a hacer una diferenciación algo nefasta y excluyente entre los conceptos de folclore y tradición o costumbre, cuya única diferencia sería su origen social. Al hacer esta distinción se sesga el concepto de cultura dejándola planteada como privilegio de unos pocos.

En la sociedad contemporánea, espectáculos como las grandes puestas en escena músico-teatrales se han vuelto más accesibles a cierto público cosmopolita. El fenómeno de la globalización hace pensar a algunos –ilusamente por cierto- que la cultura (caracterizada como el conocimiento y el acceso a ciertos estándares de intelectualidad) cada vez llega a mas personas y cada vez es mas democrática, tomando este ultimo hecho también desde la inclusión de las tradiciones populares. Todo esto sin embargo es una falacia. La cultura entendida de esta manera no deja de ser el privilegio de unos cuantos que por situaciones ajenas a sí tienen la oportunidad de crecer en un ambiente social que dispone todas las condiciones necesarias para que ello sea así.

La gran mayoría de la población en el mundo actual, sobre todo en países en vías de desarrollo como los de América Latina, han perdido el rumbo y concepto de su cultura y de su propia idiosincrasia, esto en gran parte debido al problema educacional por el que atraviesan nuestros países. La gran mayoría de nosotros estamos sumidos en un analfabetismo cultural avasallador, caracterizado por la perdida de identidad y de criterio y agravado por la indiferencia de los estados frente al mismo hecho. La gran mayoría de nuestros grandes artistas, llámense literatos, músicos, etc.; se han vuelto marcas publicitarias, otros se han vuelto románticos mitos de perfección alimentados por la misma publicidad. La realidad sin embargo nos muestra es que somos conocedores de nombres, mas no de obras ni de ideas. Conocemos (o pretendemos conocer) por ejemplo al Che, como hombre y como mito, al igual que a Tomás Carrasquilla en un ejemplo más cercano, sin embargo somos bastante ignorantes frente a sus obras y a sus discursos.

La cultura es entonces, desde la caracterización de cultura de elite, un hecho aislado de las sociedades, cada vez mas cuartadas por la tendencia al consumo de lo comercial. Los eventos culturales y artísticos son hoy un privilegio que solo pueden disfrutar aquellos que cumplan con características muy específicas: facilidad de acceso, nivel educativo regular, y sobre todo y mas importante interés. La cultura es, valga la redundancia, para las elites culturales. Para aquellos que pueden, pero sobre todo que quieren, no siendo una relación de necesario o suficiente, es decir, no siendo circunstancias causales o consecuenciales una de la otra.


El reto de volver a la cultura desde un punto de vista más democrático y por tanto más incluyente es un reto que se plantea principalmente a nuestros sistemas educativos, a las prácticas pedagógicas y a las visiones mostradas en estas practicas. Los colegios y las escuelas deben concebirse como cunas culturales y de ciudadanos. De las políticas que se planteen para educación y por ende para la misma cultura, depende que esta deje de ser un privilegio de unos cuantos y sea, como esta planteado en el discurso, algo inherente a la sociedad misma a los que todos tengamos acceso como un derecho; que deje de ser cultura para elites y comience a ser una cultura realmente entendida.

1 comentario:

Lucas Vargas Sierra dijo...

La vaina es educar en el interés ¿Cómo logra uno que alguien se bañe? ¿Cómo podés hacer que alguien decida asistir a una obra de teatro? En Medellín el Pequeño Teatro trabaja por aportes voluntarios para que la gente sin plata pueda ir, curiosamente nadie sin plata asiste... La educación hermano, tenemos que arriesgarnos por la educación.