miércoles, 8 de octubre de 2008

¿Aborto? ¡Dilema!

Me encuentro en un grave dilema moral. Siempre he defendido la idea de que la vida debe estar por encima de cualquier cosa, no solo la vida sino también la buena vida, entendida como una existencia llevada decorosamente. Hoy me encuentro confundido frente a esto, ya que he caído en cuenta de que en nuestra sociedad hasta el concepto de vida y de ser o de persona se ha relativizado. Entonces ¿Qué vida es la que debo defender por encima de cualquier cosa?

Hablando del tema del aborto por ejemplo me encuentro con que el gran debate alrededor de este es si el niño es o no persona, si abortar es acabar con una vida en cualquier momento, incluso 5 segundos después de su concepción; y por tanto con las consecuencias penales o morales (religiosas) que esto pueda tener. No puedo alejarme de ciertos prejuicios que tengo frente a este tema, ya que he vivido en una sociedad bastante conservadora y poco plural, y pues lastimosamente al que anda entre la miel algo se le unta. No quiero decir con esto que este vendiendo mis ideales (si es que los tengo) ni que este cambiando radicalmente de posición frente a la vida, no, solo digo que ni siquiera en cuestiones ideológicas y de pensamiento se puede totalizar, como en nada en la vida.

Quiero tomar varios puntos de vista:

Es muy fácil hablar de algo cuando es totalmente ajeno a uno. No creo que quienes lancen juicios moralistas en contra de quienes abortan, o simplemente en contra de quienes lo aprueban sepan o se pongan a pensar por un momento en la situación por la que la mayoría de las veces puede estar pasando una persona de estas: desespero, angustia, autocensura, profunda tristeza. Sin duda alguna quienes se dedican a condenar no son más que asquerosos seres egoístas e insensibles. En mi caso particular el solo de hecho de pensar que ese ser, viable o no, pequeño o no, lindo o no, es de alguna manera parte de mí, me lleva a pensar que no sería capaz en casi ningún caso (lo digo así porque no me ha sucedido, entonces no se realmente que actitud tomaría) de deshacerme de él. Me sentiría un maldito cerdo al negar a algo o alguien el derecho -bueno o malo- de existir, sobretodo por negarme muchos momentos que podría compartir con ese ser en potencia.

Por otro lado el aborto debe ser tomado como fenómeno social de manera estructural, es decir, si es una problemática de salud pública se debe tratar desde el fondo. No condenare a las mujeres que deciden abortar porque el embarazo se dio de manera inesperada o indeseada como si estas fueran las culpables de todo, por un lado porque esto sería generalizar en un mundo en el cual todos los casos son absolutamente distintos teniendo en cuenta contextos socio-económicos, situaciones psicológicas y sociológicas, etc., y por otro lado porque entraría a hacer parte del grupo que menciono en el anterior párrafo, y eso realmente me causaría bastante molestia. No podemos entonces evitar el hecho de que este tipo de fenómenos que se tornan polémicos y problemáticos para la sociedad necesitan de acción social, pero no de aquella que algunos refundadores y pacificadores llevan a cabo, sino acción social de verdad, tendiente a la educación, concienciación y generalización de un sentimiento de respeto y por demás de ciudadanía pensante.

El punto en que me quiero centrar es el siguiente: ¿Qué vida se está tratando de defender? O mejor ¿De qué manera se esta tratando de defender la vida? Miremos, ¿Qué es lo que le puede esperar a un niño que por x o y razón no fue abortado y que muy probablemente nacerá en circunstancias hostiles? El sujeto naciente llega a una sociedad putrefacta, decadente e ignorante en la cual no existe el más mínimo sentido de lo que es el respeto por el otro. Una sociedad parcializada y polarizada de manera alarmante, que arroja diariamente un sin número de razones para que cualquier dios se compadeciera y la desapareciera. En últimas y más importante bajo mi punto de vista, una sociedad en la cual no se respeta la vida, en la cual nacer no es garantía de vivir, en la cual fácilmente y en la situación menos inesperada y más absurda se puede perder todo aquello que se tiene, que en mucho casos no es más que la capacidad de respirar y el infortunio de sentir el corazón palpitar. ¿Con qué autoridad moral le pediremos a una madre en potencia que no aborte? Ese niño no abortado se tendría que enfrentar a una vida difícil, de sacrificios, a la lucha de la vida por si misma, a un sin número de decisiones difíciles que probablemente involucrarían el bienestar (o malestar) de sus semejantes. Posibilidades como ser asesino o asesinado, torturador o torturado, secuestrador o secuestrado, atracador o atracado, dejan muy pocas esperanzas para el acto de vivir, o de existir, como se quiera entender.

Solo en el utópico caso de que lleguemos a vivir en una sociedad en la cual la vida sea respetada como bien y valor supremo, y en la cual se garantice una existencia decorosa dentro de lo efímera que esta pueda ser podremos decirle a una madre “No abortes, no tienes porque hacerlo…”, aunque pensándolo bien, en dicho caso sería innecesario pues no habría mujer que alojara tal pensamiento en su cabeza.

Después de estas superfluas consideraciones sigo con mi dilema moral, espero que el tiempo y algunos estudio me den mayores elementos de juicio para tomar posición en este tema, posición argumentada, seria y relativamente parcial.


1 comentario:

Lucas Vargas Sierra dijo...

Hermano, ese trabajo nos va a quedar una cuca. Vas a ver. Éxitos